sábado, 23 de marzo de 2013


SISA EN 1982. Diario de Las Palmas


Hace unos días Javier García Pelayo (del que por cierto tengo un escrito estupendo que colgaré antes que tarde) compartió en facebook una entrada del blog de Marcos Ordoñez en la que este estupendo novelista y analista cultural hablaba de tres personajes que me resultan muy cercanos, especialmente los dos primeros: Sisa, Gato Pérez y Carles Flaviá. Era una serie de tres entradas que constituyen, a mi entender, el relato más completo, sentido y documentado sobre el trío y, de rebote, sobre los que se podría denominar “underground” catalán. Os lo recomiendo vivamente. El de Javier que os anuncio es sin duda el mejor sobre el sevillano, con la diferencia, además, que está contado desde dentro. Pero bueno, ya llegaremos a ello.
Los artículos de Marcos Ordoñez, aparte del placer que me supuso leerlos, fueron el último empujón para decidirme a abrir este escaparate de vanidades que son los blogs en casos como este, también me trajo a la cabeza a Sisa y a Gato, con los que tantas cosas me unieron en determinados momentos en mi vida profesional y personal. No entro ahora en ello, tiempo habrá. De momento, ahí va un artículo sobre Sisa publicado en el Diario de Las Palmas con motivo de la representación en Las Palmas de “La noche de San Juan” en diciembre de 1992.





Sisa, la realidad que todos llevamos dentro
Esta tarde, última representación de «La noche de San Juan»

Diario de Las Palmas Domingo, 12 de Diciembre 1982

De manera sorpresiva --que decía Perry Masón en aquellos telefilmes de hace años-- llegaron la compañía de teatro Dagoll Dagom y el cantante Jaume Sisa para interpretar, durante varios días en el teatro Pérez Caldos, su obra, escrita conjuntamente, «La Noche de San Juan»; una de las obras más interesantes que hemos tenido ocasión de ver en Las Palmas en mucho tiempo, y no sólo porque sea una obra bien construida, llena de sensibilidad, imaginación, o por las cualidades escénicas de los actores, sino porque presentan un modelo de teatro --un teatro divertido— que se contrapone en buena medida con esa concepción del teatro aburrido que durante tanto tiempo ha primado en los escenarios convencionales y que había hecho huir al público de las salas teatrales. Un fenómeno que ha ocurrido no sólo en Canarias, sino en toda España, pero que aquí, por la escasez de presentaciones teatrales, se había convertido en un hecho dramático. Pero no es de teatro de lo que queremos hablar, a pesar de lo interesantísimo que resultarla, sino de Sisa, Jaume Sisa, interprete y autor de las canciones que se incluyen en la obra, que es en sí mismo una de las figuras más importantes de la música española en su conjunto, y probablemente la más insólita.
Sisa no es un novato en esto de la canción, ni muchísimo menos, aunque su dedicación casi exclusiva al idioma catalán (excepto en su trabajo dé «La noche de San Juan», que ha dado como resultado dos álbumes con sendas versiones bilingües, en catalán y castellano) le haya mantenido apartado de los circuitos de éxito, a pesar de que sus discos obtienen unas cifras de ventas que le han permitido seguir en activo, en tiempos en que los cantautores han atravesado mil dificultades para sobrevivir. Más de quince años de andar con la música al hombro, desde aquellos lejanos tiempos del «Grup de Folk de Barcelona» hasta hoy, nueve discos en el mercado, un centenar de canciones que enmarcan y resumen un mundo personal y un estilo inconfundible, son el balance del cantante que ahora hemos tenido ocasión de descubrir, aunque sea parcialmente, a través de su participación en una obra teatral.
Sisa ha sido siempre un cantor de rasgos insólitos en un panorama, el de la música popular catalana —la nova canco—, de un alto nivel de calidad y asentamiento popular, pero poco dado a las salidas de madre. Él se ha encontrado en el inicio de aventuras apasionantes dentro de canción popular en distintas épocas: fue integrante de «Música Dispersa», quizás el más vanguardista de los grupos que en los años setenta se dedicaron a la llamada música progresiva, co-creador de la «Orquesta Platería», el conjunto que ha hecho nacer la afición hacia la salsa y nos ha devuelto un cierto sentido progresista de la nostalgia. Pero indudablemente su aporte fundamental a la canción popular del estado español está en su trabajo en solitario, en esos discos que Sisa ha venido desgranando a lo largo de le años, siempre abierto a la sorpresa, siempre dentro de la más estricta responsabilidad de creador de canciones que no da pie a la vulgaridad o a la obra mal hecha.
CANTANTE GALÁCTICO
En el patio de butacas del teatro Pérez Gardós. Las Palmas
Sisa se define como cantante galáctico, lo que al principio puede parecer una boutade pero que después resulta un intento serio de definir su obra (cosa que no excluye el elemento conscientemente provocativo). Sisa indica, entre la gama de maestros que le han llevado a configurar esa definición de «cantante galáctico», a Frank Zappa y al Profesor Franz de Copenhague, aquel extraño inventor del TBO, dos modelos que imprimen carácter, especialmente la de Zappa, que no en vano es uno de los compositores más inteligentes y provocadores que ha dado el rock.
En realidad, de lo que se trata es de haber encontrado un método artístico para expresa ese mundo poético que se encierra dentro de las canciones de Sisa y que se nutre de dos fuentes aparentemente contradictorias, pero profundamente ligadas: por un lado, su infancia y su entorno de barrio barcelonés, habiendo sabido ver en la vida que le ha rodeado y en la que estaba inmerso los elementos más característicos y definitorios: una juventud insatisfecha, una educación castrante, unos vecinos corrientes, un mundo de tenderos, travestís, payasos, artistas, el mundo y submundo de una cierta Barcelona que se estructura alrededor del Paralelo, que con sus contrastes sirve para definir una determinada actitud ante la vida.
Claro está que si Jaume Sisa se hubiera limitado a observar sólo lo que le rodeaba sería un cantante costumbrista más, mejor o peor, pero en cualquier caso haría algo que ya está haciendo Serrat, por ejemplo, que parte de las mismas vivencias y encuentra en ellas el sustrato de su mundo artístico. Sisa ha trascendido esa realidad, la ha poetizado y distorsionado hasta convertirla en algo mágico, insólito, lleno de situaciones imprevistas, que transforman la realidad y le confieren una dimensión nueva. Canciones como «Qualsevol nit pot surtir el sol», de su segundo disco, o «Señor botiguer» o tantas otras, son un buen ejemplo de lo que decimos. El mundo de Sisa es un mundo fantástico, más que un mundo de fantasía, y en él puede pasar casi cualquier cosa; pero no es un mundo irreal, sino que es la propia realidad que cada uno llevamos dentro de nosotros y que unos nos atrevemos a sacar en mayor o menor medida que otros. Cuando Sisa canta «Bienvenidos, la casa nuestra es casa vuestra si es que hay casas de alguien» no está expresando un lugar común o una fórmula de cortesía, está planteando una alternativa solidaria, llena de amistad, recuerdos y fantasía, a un mundo egoísta, insolidario y parcelado en mil presiones individuales.
POR EL PASTICHE HACIA EL ARTE
Musicalmente el aporte de Sisa a la canción española es no sólo el de su sensibilidad estética, sino el de un trabajo elaborado y cuidadoso, el único capaz de dar resultados satisfactorios. Con todo eso de lo «galáctico» y lo fantástico podría parecer que Sisa es uno de tantos cantantes, o artistas en general, que se deja ganar por la inspiración desordenada y descuida aspectos tan esenciales como la constancia, el trabajo, el estudio y la investigación, pero no es así. En los álbumes de Sisa queda claro que la genialidad sólo se alimenta en el trabajo. Lo demás es falsa genialidad, es tan sólo ingenio.
Y puestos que estamos en este lado musical, me gustaría destacar un aspecto que a mi parecer es fundamental en las canciones de Sisa, muy especialmente en sus dos últimos discos, «Noche de San Juan» y «Barcelona postal»: su magnífica utilización de un elemento tan difícil como es el pastiche. Pastiche viene definido en el diccionario como «imitación del estilo, de la forma de un escritor, de un artista; obra literaria artística producida por tal imitación», pero esta definición resulta incompleta al aplicarse a Sisa y debemos tomarla tan sólo como punto de partida. Si el pastiche como forma de profundización artística estaba ya en algunas de las antiguas canciones, por ejemplo aquella «noia de Haway» de su álbum «La catedral», en sus dos últimos trabajos adquiere una presencia casi obsesiva. «El gran Jordiet», «Macari», «Te esperaré el domingo» o las imitaciones italianas, francesas e ingleses que hace en «La noche de San Juan», y todas las canciones de «Barcelona Postal», que excepto una, son viejos temas de todo el mundo dedicadas a la Ciudad Condal, son una forma de profundizar en ese mundo personal del que hemos hablado, utilizando el tópico para rechazar el tópico, pero comprendiendo también que en lo tópico y convencional hay elementos de nuestra memoria colectiva, de nuestra «nostalgia» ciudadana, que no pueden ser puestos en solfa sin un cierto cariño.
Y eso es lo que hace Sisa, con toda responsabilidad, aunque también con trabajo. El resultado es magnífico es una obra cada vez más personal, cada vez más madura, que aquí no podemos tratar en profundidad y detalladamente, pero que nos sirve para invitar a los lectores, aprovechando esta excusa de su estancia artística en Canarias, a que se sumerjan en la aventura apasionante de descubrir un mundo personal, el de Sisa, que sin dejar de ser profundamente catalán, barcelonés más exactamente, es también por mor de lo «galáctico» hermosamente universal, y por eso puede interesarnos a los canarios/que encontramos en sus canciones el latido del auténtico o arte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario