SISA EN 1982. Diario de Las Palmas
Hace unos días Javier García Pelayo (del que por
cierto tengo un escrito estupendo que colgaré antes que tarde) compartió en
facebook una entrada del blog de Marcos Ordoñez en la que este estupendo
novelista y analista cultural hablaba de tres personajes que me resultan muy
cercanos, especialmente los dos primeros: Sisa, Gato Pérez y Carles Flaviá. Era
una serie de tres entradas que constituyen, a mi entender, el relato más
completo, sentido y documentado sobre el trío y, de rebote, sobre los que se podría
denominar “underground” catalán. Os lo recomiendo vivamente. El de Javier que
os anuncio es sin duda el mejor sobre el sevillano, con la diferencia, además,
que está contado desde dentro. Pero bueno, ya llegaremos a ello.
Los artículos de Marcos Ordoñez, aparte del placer
que me supuso leerlos, fueron el último empujón para decidirme a abrir este
escaparate de vanidades que son los blogs en casos como este, también me trajo
a la cabeza a Sisa y a Gato, con los que tantas cosas me unieron en determinados
momentos en mi vida profesional y personal. No entro ahora en ello, tiempo
habrá. De momento, ahí va un artículo sobre Sisa publicado en el Diario de Las
Palmas con motivo de la representación en Las Palmas de “La noche de San Juan”
en diciembre de 1992.
Sisa, la realidad que todos llevamos dentro
Esta
tarde, última representación de «La noche de San Juan»
Diario de Las
Palmas Domingo, 12 de Diciembre 1982
De manera
sorpresiva --que decía Perry Masón en aquellos telefilmes de hace años--
llegaron la compañía de teatro Dagoll Dagom y el cantante Jaume Sisa para
interpretar, durante varios días en el teatro Pérez Caldos, su obra, escrita
conjuntamente, «La Noche de San Juan»; una de las obras más interesantes que
hemos tenido ocasión de ver en Las Palmas en mucho tiempo, y no sólo porque sea
una obra bien construida, llena de sensibilidad, imaginación, o por las
cualidades escénicas de los actores, sino porque presentan un modelo de teatro
--un teatro divertido— que se contrapone en buena medida con esa concepción del
teatro aburrido que durante tanto tiempo ha primado en los escenarios
convencionales y que había hecho huir al público de las salas teatrales. Un
fenómeno que ha ocurrido no sólo en Canarias, sino en toda España, pero que
aquí, por la escasez de presentaciones teatrales, se había convertido en un
hecho dramático. Pero no es de teatro de lo que queremos hablar, a pesar de lo
interesantísimo que resultarla, sino de Sisa, Jaume Sisa, interprete y autor de
las canciones que se incluyen en la obra, que es en sí mismo una de las figuras
más importantes de la música española en su conjunto, y probablemente la más
insólita.
Sisa no es un
novato en esto de la canción, ni muchísimo menos, aunque su dedicación casi
exclusiva al idioma catalán (excepto en su trabajo dé «La noche de San Juan»,
que ha dado como resultado dos álbumes con sendas versiones bilingües, en
catalán y castellano) le haya mantenido apartado de los circuitos de éxito, a pesar
de que sus discos obtienen unas cifras de ventas que le han permitido seguir en
activo, en tiempos en que los cantautores han atravesado mil dificultades para
sobrevivir. Más de quince años de andar con la música al hombro, desde aquellos
lejanos tiempos del «Grup de Folk de Barcelona» hasta hoy, nueve discos en el
mercado, un centenar de canciones que enmarcan y resumen un mundo personal y un
estilo inconfundible, son el balance del cantante que ahora hemos tenido
ocasión de descubrir, aunque sea parcialmente, a través de su participación en
una obra teatral.
Sisa ha sido
siempre un cantor de rasgos insólitos en un panorama, el de la música popular
catalana —la nova canco—, de un alto nivel de calidad y asentamiento popular,
pero poco dado a las salidas de madre. Él se ha encontrado en el inicio de
aventuras apasionantes dentro de canción popular en distintas épocas: fue integrante
de «Música Dispersa», quizás el más vanguardista de los grupos que en los años
setenta se dedicaron a la llamada música progresiva, co-creador de la «Orquesta
Platería», el conjunto que ha hecho nacer la afición hacia la salsa y nos ha
devuelto un cierto sentido progresista de la nostalgia. Pero indudablemente su
aporte fundamental a la canción popular del estado español está en su trabajo
en solitario, en esos discos que Sisa ha venido desgranando a lo largo de le
años, siempre abierto a la sorpresa, siempre dentro de la más estricta
responsabilidad de creador de canciones que no da pie a la vulgaridad o a la
obra mal hecha.
CANTANTE GALÁCTICO
En el patio de butacas del teatro Pérez Gardós. Las Palmas |
Sisa se define
como cantante galáctico, lo que al principio puede parecer una boutade pero que después resulta un
intento serio de definir su obra (cosa que no excluye el elemento conscientemente
provocativo). Sisa indica, entre la gama de maestros que le han llevado a
configurar esa definición de «cantante galáctico», a Frank Zappa y al Profesor
Franz de Copenhague, aquel extraño inventor del TBO, dos modelos que imprimen
carácter, especialmente la de Zappa, que no en vano es uno de los compositores
más inteligentes y provocadores que ha dado el rock.
En realidad, de
lo que se trata es de haber encontrado un método artístico para expresa ese
mundo poético que se encierra dentro de las canciones de Sisa y que se nutre de
dos fuentes aparentemente contradictorias, pero profundamente ligadas: por un
lado, su infancia y su entorno de barrio barcelonés, habiendo sabido ver en la
vida que le ha rodeado y en la que estaba inmerso los elementos más
característicos y definitorios: una juventud insatisfecha, una educación
castrante, unos vecinos corrientes, un mundo de tenderos, travestís, payasos,
artistas, el mundo y submundo de una cierta Barcelona que se estructura
alrededor del Paralelo, que con sus contrastes sirve para definir una determinada
actitud ante la vida.
Claro está que
si Jaume Sisa se hubiera limitado a observar sólo lo que le rodeaba sería un
cantante costumbrista más, mejor o peor, pero en cualquier caso haría algo que
ya está haciendo Serrat, por ejemplo, que parte de las mismas vivencias y
encuentra en ellas el sustrato de su mundo artístico. Sisa ha trascendido esa
realidad, la ha poetizado y distorsionado hasta convertirla en algo mágico,
insólito, lleno de situaciones imprevistas, que transforman la realidad y le
confieren una dimensión nueva. Canciones como «Qualsevol nit pot surtir el sol», de su segundo disco, o «Señor botiguer» o tantas otras, son un
buen ejemplo de lo que decimos. El mundo de Sisa es un mundo fantástico, más
que un mundo de fantasía, y en él puede pasar casi cualquier cosa; pero no es
un mundo irreal, sino que es la propia realidad que cada uno llevamos dentro de
nosotros y que unos nos atrevemos a sacar en mayor o menor medida que otros.
Cuando Sisa canta «Bienvenidos, la casa
nuestra es casa vuestra si es que hay casas de alguien» no está expresando
un lugar común o una fórmula de cortesía, está planteando una alternativa
solidaria, llena de amistad, recuerdos y fantasía, a un mundo egoísta, insolidario
y parcelado en mil presiones individuales.
POR EL PASTICHE HACIA EL ARTE
Musicalmente el
aporte de Sisa a la canción española es no sólo el de su sensibilidad estética,
sino el de un trabajo elaborado y cuidadoso, el único capaz de dar resultados
satisfactorios. Con todo eso de lo «galáctico» y lo fantástico podría parecer
que Sisa es uno de tantos cantantes, o artistas en general, que se deja ganar
por la inspiración desordenada y descuida aspectos tan esenciales como la
constancia, el trabajo, el estudio y la investigación, pero no es así. En los
álbumes de Sisa queda claro que la genialidad sólo se alimenta en el trabajo.
Lo demás es falsa genialidad, es tan sólo ingenio.
Y puestos que
estamos en este lado musical, me gustaría destacar un aspecto que a mi parecer
es fundamental en las canciones de Sisa, muy especialmente en sus dos últimos
discos, «Noche de San Juan» y «Barcelona postal»: su magnífica
utilización de un elemento tan difícil como es el pastiche. Pastiche viene definido
en el diccionario como «imitación del estilo, de la forma de un escritor, de un
artista; obra literaria artística producida por tal imitación», pero esta
definición resulta incompleta al aplicarse a Sisa y debemos tomarla tan sólo
como punto de partida. Si el pastiche como forma de profundización artística
estaba ya en algunas de las antiguas canciones, por ejemplo aquella «noia de Haway» de su álbum «La catedral», en sus dos últimos
trabajos adquiere una presencia casi obsesiva. «El gran Jordiet», «Macari»,
«Te esperaré el domingo» o las
imitaciones italianas, francesas e ingleses que hace en «La noche de San Juan», y todas las canciones de «Barcelona Postal», que excepto una, son
viejos temas de todo el mundo dedicadas a la Ciudad Condal, son una forma de
profundizar en ese mundo personal del que hemos hablado, utilizando el tópico
para rechazar el tópico, pero comprendiendo también que en lo tópico y
convencional hay elementos de nuestra memoria colectiva, de nuestra «nostalgia»
ciudadana, que no pueden ser puestos en solfa sin un cierto cariño.
Y eso es lo que
hace Sisa, con toda responsabilidad, aunque también con trabajo. El resultado
es magnífico es una obra cada vez más personal, cada vez más madura, que aquí
no podemos tratar en profundidad y detalladamente, pero que nos sirve para
invitar a los lectores, aprovechando esta excusa de su estancia artística en
Canarias, a que se sumerjan en la aventura apasionante de descubrir un mundo
personal, el de Sisa, que sin dejar de ser profundamente catalán, barcelonés más
exactamente, es también por mor de lo «galáctico» hermosamente universal, y por
eso puede interesarnos a los canarios/que encontramos en sus canciones el
latido del auténtico o arte.
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