José
Afonso. La última visita y algunas cosas más.
Cada
vez que leo o veo en televisión una noticia sobre Portugal me viene a la cabeza
Grandola Vila Morena, canción que, por otra parte, escucho que canta la gente
en las manifestaciones de las que se informa. Así pues, voy a colgar algunas
cosas sobre José Afonso, un cantautor cuya importancia, no obstante, supera en
mucho la de haber sido el autor del himno que anunció el incruento golpe
militar de los militares vecinos que, curiosamente y en contra de cualquier
otro golpe militar, llevó la democracia a Portugal. Y para vernos ahora como
nos vemos.
La
noche del 23 de febrero de 1987 estaba en el Elígeme, esperando que comenzara
el homenaje colectivo a José Afonso que cada lunes se venía celebrando desde el
12 de enero. No recuerdo cómo llego la noticia, de su fallecimiento es de
suponer que a través de Luis Pastor, ni quienes cantaban esa noche, ni siquiera
si finalmente se celebro el recital. Lo que sí me queda en la cabeza es que
poco después me vi en un coche con otros asistentes camino de Setúbal, donde
sería el entierro al día siguiente. Naturalmente iba en el viaje Luis, que era
el amigo de verdad y el organizador del homenaje, y le acompañábamos Pedro
Sauquillo, que dirigía con Víctor Claudín el Elígene y creo que puso el coche,
Francisco Almazán, amigo y maestro de tantos años y un experto en Zeca, y Ricardo,
amistad reciente y un personaje capaz de jugar al billar, escribir novelas y
hacer de trilero con la misma facilidad.
No
contaré el viaje, pero si la imagen del entierro que permanece en mi cabeza
totalmente vivida, oída incluso. Acompañaba el féretro una verdadera multitud.
Nunca he sabido contar masas en movimiento, sobre todo si estaba en medio del
tumulto, pero sin duda eran decenas de miles de personas. Circulábamos en
silencio, pero de repente, de un lado u otro de la manifestación unas voces empezaban
a cantar Grandola y la canción se extendía por la multitud como las hondas de
una piedra tirada al rio. La sentías llegar y crecer hasta ocupar todo el
espacio posible.
De
la crónica del entierro se hizo cargo en El País el corresponsal en Lisboa. Sin
embargo, al mirar ahora el tema me encuentro con que el día ese mismo 24 de
febrero firmé un artículo en el que rememoraba la visita que habíamos hecho
unos días antes a Afonso prácticamente los mismos que fuimos al entierro. Debía
estar ya escrito, porque el día anterior no había tenido ocasión de hacerlo.
Reproduzco
aquí ahora aquella crónica de la visita y el artículo en el que había anunciado
el comienzo del homenaje de Luis en el Elígeme (Sí, en aquellos tiempos se
escribía de esas cosas en los periódicos). Le añado un texto más antiguo, sobre
José Afonso y la nueva canción portuguesa, eminentemente didáctico, que se
publico en Disco Expres (Sí, una revista rockera), el 13 de diciembre de 1974,
menos de un año después de aquel 25 de abril que abrió Grandola.
Como
ilustraciones he elegido canciones de varias épocas, interpretadas todas en la
última actuación de José Afonso, en el Coliseo de Lisboa en 1983, de la que se
editó un estremecedor disco doble.
La última lección
EL PAÍS. 24 FEBRERO 1987
Era una tarde soleada de un sábado de este
mes de febrero, El cronista había viajado hasta Lisboa para visitar al
cantautor José Afonso en el lecho, desde el que libraba una batalla ya decidida
contra la muerte. Desde hace cinco años, la enfermedad le fue debilitando
progresivamente, y, desde hacía uno, ya no se levantaba de la cama. Janita
Salomé, cantante portugués que se inició a la luz de José Afonso acompañándole
en sus últimos años de actividad, nos acompañaba a Azeitao, cerca de Setúbal y
a cuarenta kilómetros de Lisboa, donde vivía el cantautor. "Yo estaba con
él la primera vez que se sintió sin fuerzas para cantar", comentaba:
"Estábamos en el escenario y me dijo en un aparte que no podía cantar las
canciones enteras, que me haría una señal con el codo cuando ya no pudiera
seguir para que yo terminara la canción. Al principio fue un declive lento,
pero en el último año se ha acelerado de manera extraordinaria".
La enfermedad que padecía José Afonso -un
nombre fundamental en la canción popular de todo el mundo, que se convirtió, a
raíz de su canción Grandola vila morena, en un símbolo de la revolución
portuguesa- es conocida como esclerosis lateral amiotrófica, una dolencia que
acaba indefectiblemente con el fallecimiento del paciente tras un proceso de
unos cinco años de progresiva desaparición de las neuronas de la médula
espinal, lo que supone una lenta e irreversible paralización de los músculos.
Pese a ello, José Afonso desarrolló una
intensa labor creativa en todos estos años: editó tres discos, en el último de
los cuales, aparecido hace un ano, ya no pudo cantar por encontrarse
extremadamente debilitado, siendo sus canciones interpretadas por otros
cantantes. Más de noventa temas musicales, más o menos acabados, y numerosos
poemas forman su producción medita de estos últimos años, cuya grabación en
discos preparan los músicos José Mario Branco y Julio Pereira, colaboradores de
José Afonso en diversos momentos de su carrera.
"En ningún momento ha dejado de
crear", indicaba Janita Salomé. "Cuando estábamos haciendo su último
disco, hace algo más de un año, ya no podía cantar, apenas tenía voz, pero no
dejó de controlar todo el proceso de! disco y de ir todos los días a la
grabación. Un día, mientras yo intentataba cantar una de las canciones, me dio
unas indicaciones a través del micrófono del estudio: 'Tienes que cantarlo', me
dijo, 'como si estuvieras perdido en un desierto, solo y desnudo y fueras la
memoria del hombre".
Postración y derrota
Los retratos de Che Guevara y de César
Augusto Sandino presidían la sala de la casa de José Afonso. Había muchos
libros en las paredes, más que discos. Sobre una mesa, las últimas grabaciones
de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, dedicadas por sus autores al cantautor
portugués. En el piso superior, en una habitación de paredes blancas, llena de
medicinas y con la ventana entreabierta, reposaba en una cama José Afonso.
Totalmente paralizado, necesitaba de ayuda para mover cualquier parte de su
cuerpo. Su delgadez era extrema: cuando se levantaba un momento, ayudado por su
esposa y una de sus hijas, para dar unos inciertos pasos por la habitación, los
estragos que la enfermedad había hecho en su cuerpo, otrora robusto, le
convertían en apenas otra cosa que piel y huesos.
La primera impresión que causaba era de
postración y derrota. La postración era obligada; pero la derrota, falsa. La
cara era lo único que permanecía vivo en José Afonso. Luis Pastor -organizador
de un homenaje a Afonso que se celebra todos los lunes, desde enero, en la sala
Elígeme, de Madrid- le había llevado unas fotos de las actuaciones hechas en su
honor, y la cara de José Afonso se tornaba viva y expresiva, e inquiría con
curiosidad a Luis Pastor por todos cuantos aparecían en ellas, sonriendo con
picardía cuando veía a una chica guapa en las fotos. José Afonso se interesaba
por las noticias de los amigos y, a veces, su mirada se nublaba con una sombra
de tristeza.
José Afonso llevaba años conviviendo con
la muerte. En esta fase terminal de su enfermedad, la evidencia, era absoluta.
Convivía con la muerte y veía cómo le ganaba terreno diariamente, pero no se
dejaba vencer. Conocía su situación y la miraba cara a cara, con una lucidez
que a veces murmuraba con el hilo de voz que apenas le quedaba y que debía
hacer inteligible Zelia, su compañera: "Soy una fotocopia
desdibujada", decía en un momento, y luego hacía referencia al pintor
español Eusebio Sempere, que tuvo su misma enfermedad. "Pero él murió",
apostrofaba José Afonso a los comentarios de los demás.
Se mantenía atento en todo momento:
"Ya no me queda coraje", indicaba en un momento, y continuaba
débilmente: "Jamás hubiera pensado morir así; quizá de un navajazo o de un
tiro, pero nunca así". Y, sin embargo, no era valor lo que le faltaba.
Coincidían en la visita unos dirigentes del Partido Comunista portugués (M-1)
que acababan de celebrar un congreso y le traían unos libros de poesía y un
disco con canciones folclóricas albanesas. José Afonso se interesaba por la
marcha del congreso y repasó uno tras otro los libros y el disco.
Quien diera con sus canciones y su obra
ejemplo de artista ináiscutible y de ser humano honesto y coherente dictaba su
última lección: asediado por la enfermedad, presintiendo el fin próximo, se
negaba con toda su lucidez a entregarse. En un momento de la larga visita se
creó en la habitación un embarazoso silencio, nadie sabía qué decir. José
Afonso, que desde la cama seguía las conversaciones, protestaba: "No puedo
hablar, pero aún puedo oír".
EL PAÍS. 12 FEBRERO 1987
El cantautor portugués José Afonso
-creador de la canción Grandola vila
morena, himno de la revolución portuguesa del 25 de abril-, se encuentra aquejado
desde hace cinco años de una enfermedad irreversible de la médula, enfermedad
de la que algún medio de comunicación informó que había contraído durante una
estancia en Madrid como consecuencia de haber ingerido aceite de colza
adulterado. Desde hoy, varios cantantes le rendirán homenaje todos los lunes,
hasta el 25 de abril, en una sala de fiestas madrileña.
Apartado de los escenarios desde 1983, en
que grabó su doble álbum en directo Ao
vivo no Coliseo, José Afonso ha continuado componiendo
canciones, aunque en su último trabajo, Galinas do mato, el pasado año, no pudiera interpretar ya
todos los temas. Pese a su importancia en la música popular portuguesa, la
larga y costosa enfermedad que padece, la desatención de los organismos
culturales de Portugal y su falta de recursos le tienen en una situación
económica difícil. Desde hoy y durante todos los lunes hasta el 25 de abril, un
grupo de cantantes y músicos se reunirá en la sala madrileña Elígeme para
cantar temas de José Afonso. En el homenaje -cuya idea inicial es de Luis Pastor, amigo de José Afonso, que
cantará cada lunes acompañado por diversos intérpretes--, participarán también,
entre otros, Joaquín Sabina, Pablo Guerrero, Ricardo Solfa, y los grupos Suburbano
y Finis Africae.
La importancia de África
José Zeca Afonso -José Manuel Afonso Cerqueira
dos Santos- nació en Aveiro el 2 de agosto de 1929. Su padre era funcionario de
la Administración portuguesa y el conoció de niño Angola y Mozambique, que
habrían de tener una gran importancia en su vida, tanto en la elaboración de
una conciencia crítica revolucionaria como en su trabajo musical, en el que ha
desarrollado una muy personal introducción de elementos rítmicos y vocales
africanos. A Mozambique volvió en 1961 como profesor de liceo, tras haber
cursado estudios de Filosofía e Historia. Había comenzado cantando fados, hasta
que escribió sus primeras baladas, canciones de composición libre que rompían
las reglas de la música comercial del momento y de contenido progresivamente
crítico. Sufrió censura y persecución durante la dictadura salazarista. Entre
otros honores -no de menor importancia que el que su canción Grandola vila
morena fuera elegida como
contraseña para lanzar los tanques a la calle aquel 25 de abril de 1974- tuvo
el de ser el primer cantante portugués al que se prohibía una canción para ser
emitida por radio (Menino de
barrio negro), o el de haber
intervenido una única vez, en 1963, en una emisión televisiva en su país, tras
la que fue prohibido. Pese a ello editó 24 discos de gran éxito en sus 20 años
de carrera, 10 de ellos antes del fin de la dictadura. En ellos se encuentran
hermosas canciones populares.
Si bien José Afonso llegó a la primera
página de los periódicos como compositor de Grandola
vila morena, se comprometió hasta
el fondo en las causas políticas de izquierda, fue perseguido y censurado y
resistió con dignidad y coherencia cada represión y cada censura, el cantautor
portugués merece ser recordado y homenajeado por ser uno de los grandes
compositores de música popular de nuestro tiempo.
DISCO EXPRES. 13 DICIEMBRE 1974
En la historia
moderna de Portugal se puede ya hablar de una fecha clave, a partir de la cual empieza
a contar el tiempo. Ahora ya podemos decir: «antes del 25 de abril», y «después
del 25 de abril». Ese día, como todos sabemos, el Movimiento de las Fuerzas
Armadas y las fuerzas populares y democráticas dieron un giro de 180 grados a
la situación política del país vecino. También como todos sabemos, la señal
para el alzamiento la dio una hermosa canción de fraternidad que se titula «Grandola, villa morena» y que fue
escrita y grabada hace unos tres años por uno de los cantantes más importantes
del movimiento folklórico de todo el mundo: José Afonso. Esta canción, la utilización que se le daba, no venía
sino a demostrar el profundo arraigo del artista en su pueblo, y el profundo
arraigo de toda la nueva canción portuguesa en las clases copulares de su país.
Desde entonces entró también otra cosa en la canción de Portugal: La libertad.
De todo esto
vamos a hablar en esta nota, especialmente de José Afonso, pues se acaba de
editar entre nosotros su último y espléndido LP.: «Venhan mais cinco». Pero antes de seguir adelante conviene hacer
una aclaración que nunca está de más: Como en otras circunstancias similares,
desde el 25 de abril ha empezado a surgir en España un raro fenómeno que se
llama portugalsologia o estudio de
Portugal, con sus especialistas, los portuguesólogos, seres de extraña catadura
intelectual que ahora parecen ser los más
entendidos y los más enterados en
asuntos del país vecino. Como en canción también ha ocurrido, y gente que nunca
se había ocupado de José Afonso cuando en ocasiones anteriores estuvo cantando
por España se han convertido ahora en sus íntimos amigos, y parece que hubieran
estado comiendo siempre en el mismo plato, es por lo que o vamos a hacer una
pequeña aclaración.
Cuando yo supe
de José Afonso, hace ya algunos años, fue en «Cuadernos para el diálogo». Allí, en un artículo que para nada
hablaba de música, sino de elecciones políticas, se citaba a un cantante tan
importante, tan conocido y tan prohibido como Raimon, se decía; se llamaba José
Afonso. Desde entonces me entró el gusanillo por saber algo más de él, pues, he
de reconocer que como todo hijo de vecino yo apenas conocía de Portugal otra
cosa que el Benfica y Amalia Rodrigues. Posteriormente
y en una entrevista como Luis Cilía,
conocido a su vez a través de Paco
Ibáñez, éste me habló también de José Afonso y de otro joven cantante que
era Adriano Córreia de Oliveira.
A partir de
entonces y a través de viajes de amigos, algunos discos comprados aquí y allá
(la mayoría más bien allá), he ido completando esta información que ahora
escribo. En esto también me han ayudado algunos trabajos de gente española, amigos
o no, que tenían parecida inquietud y la escribían. Como no es demasiado larga
me voy a atrever a hacer una relación de la bibliografía española de la «Nueva canción portuguesa». En primer
lugar convendría citar los artículos en «Triunfo» de Paco Almazán, especialmente su amplia reseña del libro de José Víale Moutiño «O noso amargo cancioneiro», también los
de Mercedes Arancibía en “Nuevo Diario”
y en” Mundo Joven”, los de Luis Suárez Rufo
en «Vida Nueva», los de Jordi García
Soler en «Diario de Barcelona», la contraportada de Joaquín Díaz al disco de Afonso «Cantares del caminante», y, en fin, y por aquello de la modestia,
los del Equipo Ernesto Sandino
(grupo formado por Tina Blanco, Álvaro Feito y el que suscribe) en el
extinto “Discóbolo”, en “Mundo Social” y en “AU”
COMPROMISO Y CANCIÓN EN PORTUGAL
Por
circunstancias políticas que no viene al caso enumerar, la historia de la
canción portuguesa como vehículo de comunicación con el pueblo, ha sufrido un
largo corte que coincidió con el período de la dictadura salazarísta, y aun
desde antes. Como explican José Afonso,
Adriano Correia de Olíveira y José Jorge Letria en una mesa redonda
de la revista «AU», habría que remontarse a la Primera República para encontrar
una tradición así en los llamados «Fados
Obreros», de contenido más bien anarquizante. Posteriormente y hasta la
llegada de Afonso, sólo el trabajo de un músico culto que se acercó
decididamente a las clases populares como es Fernando Lopes-Graca, mantuvo viva la llama de la canción popular
de contenido. Por cierto, que uno de los primeros actos después del 25 de
abril, fue un magno homenaje a este músico en el Coliseo dos Recreíros de
Lisboa, organizada por la «Comissao Nacional de Socorro aos Presos Políticos»,
ya que él había estado durante muchos años en prisión.
JOSÉ AFONSO: EL PIONERO
José Afonso era
un estudiante de la Universidad de Coimbra, poseedor de una hermosa voz, que en
sus ratos libres cantaba. Fados naturalmente, como todo el mundo, y «como forma de conseguir amigos y de tener
contactos con el sexo opuesto», como él mismo dice. Esto era a finales de
la década de los 50. Al tiempo se gestaban en la Universidad portuguesa los
primeros gérmenes organizativos democráticos, las primeras protestas académicas.
José Afonso participa en este movimiento y su propia dinámica le lleva también
a plantearse lo que debe hacer como cantante. Se decide por abandonar la forma
encorsetada del fado y componer canciones más vivas, más cercanas a los cantos
populares que escucha por la calle, y a estas primeras composiciones las llama
«baladas». Ya estaba trabajando como profesor, aunque todavía no había
terminado su Licenciatura en Lenguas Germánicas. Su primera composición de esta
época se titulaba «Balada de Otoño», transcurría
el año 1958 y era profesor en Alcobaça.
Sus primeras
grabaciones resultaron difíciles para el público. En aquella época todo lo que
se apartara de lo trillado era considerado «poco comercial» (no sucedió lo
mismo con los primeros intentos de los Beatles y de Zappa, por ejemplo). De
todas formas consigue editar alguna de sus primeras canciones en una grabadora
llamada «Rapsodia», para pasar poco después a «Orfeu», la casa en la que
grabará el grueso de su obra, seis LP's a cual mejor. En esta obra se note
además una clara evolución hacia la búsqueda de formas musicales que, sin dejar
su arraigo popular, utilicen al máximo las aportaciones de la música de hoy,
Desde el primero «Cantares do andariño»
(editado por cierto en nuestro país hace ya algunos años, y totalmente
descatalogado hoy en día), hasta el que ahora acaba de editarse. La evolución
es primero tímida, a nivel de formas rítmicas, en el LP. «Cantigas do Mayo», el cuarto de su carrera, en el que precisamente
se encuentra «Grandola, villa morena»,
y en el que participa por primera vez como arreglista el joven músico José Mario Branco, del que hablaremos
más abajo. El más avanzado de sus trabajos, no obstante, es este último, «Venhan mais cinco», que acaba de editar
Compañía Fonográfica Española.
El álbum se
grabó durante el setenta y tres en París, con un grupo de músicos entre los que
vuelve a estar José Mario Branco, El
puñado de canciones que se recogen en él son plenamente representativas del
hacer de José Alfonso, aunque debido a
las difíciles circunstancias en que fueron escritas algunas de ellas. (Las hizo
mientras estaba en prisión con motivo de una detención que sufrió el 1.º de
mayo de 1973), sean las más crípticas, llenas
de imágenes incomprensibles muchas veces, de todos sus discos. Sin
embargo tanto a nivel textual como musical ofrecen la misma belleza de siempre.
Los arreglos son de una gran simplicidad, con una instrumentación reducida, a
base de guitarra, violín y percusión, pero al mismo tiempo logran un sonido
como muy pocas veces he tenido ocasión de escuchar, un sonido totalmente de
hoy, pero lleno de resonancias populares; de absoluto modernismo pero de una
instantánea frescura, complejo pero en absoluto alambicado. Habría que añadir
que, en esta ocasión, la edición española ha mejorado la original. Aunque se
conserva el diseño original con que el disco apareciera en 'Portugal, el
interior está totalmente ocupado con una presentación que 'podríamos definir
como modélica, se debe a la pluma de Francisco
Almazán, perfecto conocedor de la obra de José Afonso, y uno de los mejores
escritores de canción popular de España, Un álbum, en resumen, para no dejarlo
escapar.
LA NUEVA CANCIÓN PORTUGUESA
Sin embargo, y a
pesar de la importancia de José Afonso no conviene dejarse llevar por la
tentación de considerarle el único cantante popular de Portugal, nada más
lejano que esto. En el país vecino hay un importante núcleo de músicos y
cantantes que deberíamos conocer, empezando por ese extraordinario y veterano
guitarrista de nombre Carlos Paredes,
que es una personalidad musical de similar talla que la de Afonso. Éste, sin
embargo, por su personalidad, por su calidad y por su atractivo personal, creó
pronto escuela, y otros cantantes siguieron su camino. El más veterano de todos
es Adriano Correia de Oliveira,
compañero de Afonso en la Universidad de Coimbra, y que durante varios años
compartió con él la dureza de aquellos primeros tiempos.
Posteriormente,
coincidiendo con la llegada al poder de Marcelo
Gaetano, y su intento de liberalizar el régimen portugués, surge un
programa televisivo llamado Zip Zip, que intenta acoger en su seno a todos los
cantantes de calidad que surgían por aquellos años. Esta fue la plataforma de
lanzamiento de cantantes como José Jorge
Letria, Francisco Fanhais, Manuel Freiré, Barata Moura, el angoleño Rui
Mingas, etc. Nombres que pronto saldrían del marco del programa, que
intentaba integrarlos en el sistema, para constituir el grueso de los cantantes
populares.
Durante estos
años podemos hablar claramente de dos tipos de cantantes, los del interior, que
serían básicamente los que hemos citado, y los que obligados por las
circunstancias se ven obligados a partir para el exilio, entre los que se
encuentran Luis Cilia, José Mario Branco, Sergio Godinho y, posteriormente, Francisco Fanhais. Todos, excepto Godinho que vive en Canadá, se
establecieron en París, y allí graban sus discos y cantan para la colonia
portuguesa, una de las más importantes comunidades de extranjeros en Francia,
junto a la española.
De todos estos
cantantes conviene hablar aquí de tres, no porque sean los mejores, porque
todos ellos tienen un nivel medio de calidad más que aceptable, sino porque sus
discos están, o van a estar en tiempo breve, editados entre nosotros: Me refiero
a Luis Cilia, José Mario Blanco y José
Jorge Letria.
Luis Cilia, está
en París desde comienzos de los años sesenta. El no había cantado profesionalmente
en Portugal, y es en Francia donde ha hecho toda su carrera musical,
básicamente encaminada a musicalizar y cantar a los poetas portugueses, desde
los clásicos, como Camoens, hasta
los más modernos como Joao Apolinaro
o Antonio Borges Coelho. En el país
vecino ha editado un mínimo de cinco LP's. y es junto con Afonso el más
conocido de los cantantes portugueses. Aquí en España contamos con dos discos
suyos (Polydor).
José Mario
Branco, exiliado también en París casi al mismo tiempo que Cilia, ha
desarrollado igualmente todo su trabajo en Francia, Aunque haya tenido un mayor
contacto con el interior, tanto a través de su casa grabadora «Sazetti» que es
portuguesa, como a través de sus trabajos con otros cantantes del país. Sin
duda se trata de uno de los más completos músicos de la nueva canción
portuguesa, uno de los que mejor domina un lenguaje musical de hoy en sus
canciones. Además de sus propios álbumes, ha trabajado como arreglista y músico
con José Afonso, José Jorge Letria, Sergio Godinho y otros.
José Jorge
Letria es, también sin ninguna duda, el más conocedor de la música popular de
todo el mundo. Sus canciones, de gran carga crítica e irónica, muestran una
gran influencia del folk y del rock americano, a pesar de ser también un
profundo conocedor de la música Sudamericana. Además de cantante as periodista
y escritor, ha publicado libros de poesía, un estudio antológico sobre la obra
de Víctor Jara y un trabajo sobre la
canción comprometida española.
Habría que
hablar más extensamente de otros cantantes, como Mario Piçarra, Fausto o Vitorino, etc., pero el espacio nos
atosiga, y lo dicho creo que es suficiente. Únicamente añadir que los discos de
los dos últimamente citados aparecerán próximamente en España a través de la
casa ED1GSA,
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