miércoles, 24 de abril de 2013


Hilario Camacho. Presentación de “A pesar de todo" (1973)







Al fin me toca reproducir algún viejo texto sobre Hilario Camacho. Me resulta difícil elegir, porque a lo largo de los años escribí y colaboré mucho sobre él. De hecho la primera entrevista que publiqué en mi vida, en 1968 en DISCÓBOLO, fue con él. Como no la he encontrado he escogido un texto posterior, de 1973 publicado en DISCO EXPRES, en el que se comentaba el recital de presentación a la prensa de su primer LP, “A pesar de Todo”. Me llaman la atención ciertas cosas de él, aparte de la absoluta bisoñez, y alguna hasta me ruboriza. Pero me las guardo.
Para acompañarlo he buscado en youtube y me he encontrado con una agradable sorpresa. El 1 de marzo de 1988 se emitió en La2 de TVE "Volar es para pájaros" el espacio de “La Buena Música / Más o Menos Nuestro” (del que ya anda colgado por aquí la segunda emisión con el concierto colectivo Cantar en Madrid) que dedicamos Antonio Resines y yo a Hilario, y que se editó en DVD en el recopilatorio póstumo editado por el sello discográfico de TVE y WARNER tras su muerte en 2006. He intentado copiarlo para ponerlo aquí, pero por supuesto que no lo he conseguido. Sin embargo, compruebo que varias de las canciones están colgadas en youtube, así que aquí me las he traído. 
Fue un concierto acústico (Hilario, como buen vanguardista fue quizás el primero en volver a las esencias por aquellos años) que se grabó especialmente para el programa, en un decorado un tanto horroroso según veo, pero lleno de amigos y conocidos en los que alguno quizás hasta os reconocéis o reconocéis a algún amigo (o amiga). Hay algún colaborador de lujo, como Jorge Pardo en “Volar es para pájaros”, y sobre todo creo que es de destacar el trabajo de creación de imágenes y ambientes visuales que realizó Octavio Colis, viejo amigo de Hilario que ya en 1975 le había hecho la portada de “De paso”. En esta ocasión utilizó cuadros y dibujos propios, unos ya existentes y otros ex profeso para la ocasión, y objetos de su propio estudio (como en “Dolores, Dolores”). Visto hoy sigo pensando que el trabajo de Octavio fue excelente. Por cierto, este es el único programa de televisión monográfico y de cierta duración (45 minutos) que cualquier televisión hizo sobre Hilario.
Finalmente, me he permitido colocar un enlace para escuchar “Como todos los días”, la canción que compartí con Hilario en aquel primer LP del que habla la crónica.







DISCO EXPRES. 2 NOVIEMBRE 1973

Vamos a hablar de Hilario Camacho, y qué mejor forma de empezar a hacerlo que contar su presentación ante ese monstruo de cien cabezas que es la crítica «especializada» (?) del país. La cosa en cuestión tuvo lugar en el Pequeño Teatro de Madrid, un mínimo local regido por las huestes teatrales del TEI, sede de una especie de cultura «progre», en el que Hilario ya había actuado en diferentes ocasiones y con distintos motivos (recitales, obras de teatro, etc).

El asunto comenzó con una alborozada y dicharachera presentación de dos «Santurces», Moncho y Joss, que, como dijeron, conocían a Hilario casi desde el primer «destete», más concretamente desde que Hilario cantaba en la Tuna del colegio de San Antón, escuela musical por excelencia, ya que del mismo han salido además del susodicho, Moncho y Antonio Piera, el cantante de Fórmula Five, y algún miembro de Conexión.

Y pasemos ya al fondo de la cuestión.

Nosotros no esperábamos que Hilario estuviera nervioso, ya que no en vano lleva cientos de recitales ante todo tipo de públicos, y en todo tipo de circunstancias, pero sí temíamos que pudiera pasar algún imprevisto, pues era la primera vez que actuaba con un conjunto electrónico. Aunque hace años hubiera salido a escena acompañado por esos dos excelentes músicos que son Luis Mendo y Emilio Martínez, la verdad era que tantos aparatos en escena nos daban un cierto miedo. Pero a Hilario no, sin duda que a él no le daba ningún miedo, porque estuvo seguro, conciso, chistoso, suelto, fruto de sus muchos recitales y de la exhaustiva preparación de estos últimos meses.

Había también el peligro de la comparación con el sonido del disco, quizá uno de los sonidos mejor conseguidos en la historia de la música española, pero el peligro desapareció en un instante. Si bien es cierto que el disco suena más brillante, más nítido, más claro que en directo, la actuación de Hilario Camacho, secundado por un excelente grupo no desmerece en absoluto y estuvo llena de fuerza, de garra, de preparación, y si también es verdad que el disco es más preciosista, la actuación tuvo menos truco, más realidad, más vida, que la placa de polivinilo. El orden de las canciones fue el mismo del disco, los arreglos idénticos, sin embargo lo que estaba sonando en el escenario tenía una viveza, una espontaneidad que solo la personalidad de Hilario podía conseguir. Se nota, lógicamente, la demostrada buena mano del productor, Alain Milhaud, pero creo que en lo que más se nota es en la libertad concedida al artista, y eso está bien y en este caso funciona.

Para postre, Hilario, que es perro viejo, ofreció una última canción que acabó de derretir al público ya totalmente entregado. Hemos de decir que esta actuación fue distinta a cuantas le habíamos visto hasta hoy, claro que también hay que decir que nunca hemos visto dos actuaciones iguales de Hilario, y conste que le hemos visto muchas, pero que muchas, más de cíen.



Una vez constatadas las particularidades de la presentación ante la prensa vamos a pasar a resaltar otros aspectos de Hilario Camacho, relacionados con su quehacer artístico y musical. En el excelente dossier que envía su casa de discos con diferentes opiniones sobre Hilario hay para todos los gustos, todas ellas son favorables al cantante, pero muchas desconocen algunos rasgos generales de su personalidad. Por ejemplo, las hay que dicen que está un poco verde, que le faltan tablas. Hilario Camacho comenzó a cantar en el año sesenta y siete, exactamente en noviembre, en un recital en el Ramiro de Maeztu de Madrid, donde se creó el grupo Canción del Pueblo. Su primer disco se grabó en el otoño del sesenta y ocho, y desde entonces aquí todo ha sido un largo y duro camino por intentar demostrar su valor como compositor y cantante.

La primera indicación que queríamos hacer es sobre los niveles a los que se mueve la música en España. Hasta ahora, y en términos generales la creación musical ha sido una mezcla de concesiones, compromisos y calidad que ha dado como resultado obras mediocres, de una cierta inspiración en el mejor de los casos, con claras referencias miméticas a los modelos musicales de otros países, bien sea Francia en el caso de los cantantes autores tipo Patxi, Mari Trini, Victor Manuel, Cecilia, etc., o anglosajones, cuando se trata de buena parte de la llamada música progresiva. Frente a este primario nivel de imitaciones o mimetismo la crítica ha respondido con los más grandes elogios, por eso es probable que al llegar un hombre como Hilario Camacho que ofrece una madurez intelectual, una profundidad conceptual, y una calidad fuera de lo común, haya que repetir los tópicos que anteriormente se habían utilizado con otros cantantes. El nivel es radicalmente distinto, por consiguiente al analizar la obra de Hilario Camacho hay que utilizar unas referencias culturales, musicales v sociales que se salgan de los tópicos de nuestra canción consumo, el nivel al que se mueve Hilario está por encima de lo hecho hasta ahora, y es esa altura a la que debemos situar la discusión.

Por eso, cuando se habla de la problemática que trae Hilario Camacho a la canción española, hay que intentar entrar en su mundo personal, un mundo que no es nuevo, sino que es la constante de estos años de trabajo. Entre las canciones que canta (tanto las suyas totalmente como las que tienen texto de otros autores), hay dos temas repetidos constantemente: la frustración y la insistencia en intentar lo que se desea. Hilario Camacho es un impenitente luchador, pero al mismo tiempo es consciente de la frustración que crea esta lucha sin resultados inmediatos. Sea en el caso de las canciones de amor («Y de todas las formas», «Imagen», «Acabarás quizás») como en el de las canciones que de alguna, forma tienen un contenido comunitario o social («Los cuatro luceros» «Igual que vosotros”; «Como todos los días»).



Es de suponer que cuándo Bob Dylan salió al festival de Newport acompañado por la banda de Blues de Paul Butterfield, debió crear en los oyentes la misma sensación que la otra noche cuando Hilario (que los que le conocíamos le habíamos escuchado con su guitarrita y res) salió a escena acompañado por un grupo de guitarra, bajo, batería y piano, debidamente electrificado, lleno el escenario de altavoces hasta el techo. Tal vez hubo incluso quien pensó que se entendía poco su voz. Pero es que ahora de repente y después de tantos años, resulta que es parte fundamental de su personalidad la forma, el sonido, la manera de decir las cosas. Hace mucho tiempo que veníamos pensando que Hilario estaba pidiendo a gritos un grupo que le acompañara, porque sus canciones habían seguido una evolución cada día más clara hacia la complejidad sonora, y llegó un momento en que ya no era suficiente la guitarra (aunque estuviera tan bien tocada como en este caso) y la voz (aunque la utilizara como un instrumento más), se necesitaban otros instrumentos y una imagen sonora más rica, más fuerte. Las preocupaciones vivenciales de Hilario (que han sido de siempre, desde sus primeras canciones, y no sólo de ahora) están a partir de este disco y esta presentación en un plano más complejo y a la vez claro de lo que estaban antes. Se trata ahora de profundizar en este estilo, de moverse con la nueva envoltura sonora que ha adquirido, y de hacerlo de la misma manera en que ha llegado a ella: en completa libertad.
Claro está, que todo esto no quiere decir que Hilario no tenga defectos o que sea perfecto; en absoluto, los tiene y todavía no ha llegado a lo mejor que puede ser. Pero, si hasta ahora en España no podíamos ni soñar con tener a alguien a quien comparar con Bob Dylan, Donovan, Fabrizio D'Andre, etc, a partir de ahora ya sabemos que el camino está iniciado, y que la cuestión consiste en trabajar (cuestión en la que no podían ni soñar algunos cantautores garbanceros que hasta ahora han triunfado en nuestro mercado). El camino está abierto, y por él ha de circular Hilario Camacho y los otros compañeros de generación a que nos hemos referido más arriba, porque de ninguna manera creemos que esto sea un hecho aislado. Igual que no creemos que todo lo que hemos dicho sobre su singularidad invalide a Hilario Camacho como cantante que venda discos.


Las Palmas. 1982


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