Eduardo Falú. Dos entrevistas
(1973/1984)
Quizás sea Eduardo Falú el último representante
vivo, cumplirá 90 años en julio, de los grandes renovadores del folklore del
Cono Sur latinoamericano que iniciaron su carrera musical en los años 40 y 50. Tal vez sin la raigambre popular ni la creatividad literaria de Violeta Parra o
Atahualpa Yupanqui, el extraordinario rigor de su trabajo, su inspiración
compositiva, su altísima clase como guitarrista y su sobriedad expresiva le
convierten en una figura fundamental de la música popular de cualquier lugar
del mundo.
Con Manolo Lombao en la rueda de presentación de Eduardo Falú a su llegada a España en 1973 |
Tuve ocasión de frecuentarle en al menos dos de sus
estancias de algunos meses en España, en 1973/74 y diez años después, fruto de
lo cual fueron las dos entrevistas que hoy reproduzco, publicadas con ese
tiempo de diferencia en DISCO EXPRES y EL PAÍS.
Nuevamente a la hora de buscar ilustraciones
musicales es cuando me he llevado la sorpresa. Encontré un programa de casi una
hora, sin cabecera, que después de escuchar un rato me he dado cuenta que es el
trabajo que hicimos con Falú para LA BUENA MÚSICA, Antonio Resines y yo, que
supongo se emitió en 1975, pues realmente no tenía recuerdo ni de haberlo
hecho. Vuelto a ver ahora me parece lleno de defectos: la historia con que
intentamos completarlo es forzada y está leída con una falta de naturalidad que
tira de espaldas, el argumento que utilizamos para relacionarla con el artista
es bastante gratuito, el recorrido por Sevilla tópico y la realización (de
Eduardo Stern, amigo y pionero en apoyar desde la radio y la tele la música
popular) se fija tanto en el monumental decorado (Los Reales Alcázares), que a
veces no deja ver a Falú. Eso sí, su actuación es magistral. Al final podéis
verla.
DISCO
EXPRES 21 DICIEMBRE 1973
Por
tercera vez ha llegado Eduardo Falú a España, las otras dos veces, en los años
69 y 70, fue para dos estancias mínimas y sendas actuaciones. Ahora, por fin,
tenemos la oportunidad de verle en diferentes ocasiones y permanecerá en
nuestro país un mes como mínimo. Ello es motivo de que nos congratulemos, y de
que felicitemos a Xabier Ribalta, promotor de estos recitales y culpable
asimismo de las mejores visitas de cantantes sudamericanos que hemos tenido
este año Jaime Torres, Cuarteto Cedrón, Julia Elena Dávalos y Mercedes Sosa. Es
probable que si no fuera por él estaríamos todavía metidos en esa baraúnda que
forman los mediocres que en cantidades innumerables nos han venido visitando en
los últimos tiempos.
Con
la llegada de Eduardo Falú se cumple todo un ciclo de la canción argentina, que
al fin creemos empieza a estar cercana a nuestras mentes. A este respecto no
deja de ser desconsolador que hayamos tenido que esperar tanto tiempo para
escuchar a este auténtico pionero de la canción popular de todo el mundo. O
mejor dicho, no deja de ser descorazonador que hayamos tenido que hacer esperar
tanto tiempo a Eduardo Falú para que pudiera actuar en nuestros escenarios,
pues estamos convencidos que este retraso en su actuación es sólo debido a
causas nuestras. Falú vino a Europa por primera vez en el año 58, y a Japón en
el año 63, el por qué de que hayan sido países de lengua extraña v de culturas
ajenas los que primero hayan descubierto su fuerza, su talento y su verdad, es
algo que debemos preguntarnos nosotros mismos en voz muy baja y avergonzarnos
con la cabeza gacha si no queremos ser el hazmerreir del mundo. En esta
ocasión, como en tantas otras, hemos dado muestras de un retraso francamente
lamentable. .
Falú
llegó a Madrid, y días después actuaba en la Universidad, en el Colegio Mayor
Pío XII, para un público de más de mil personas. Desde entonces Falú pertenece
un poco a todos nosotros, esperamos que esto se continúe y que su experiencia
nos sirva para profundizar en nuestras propias verdades como pueblo.
Hemos
tenido ocasión de hablar largo y tendido con Eduardo Falú. Un poco de estas
conversaciones salen las siguientes notas, y las contestaciones a nuestras
preguntas, que han venido a satisfacer nuestra curiosidad despertada por ya
muchos años de escuchar sus discos.
--¿Por
qué cree que este año se está dando entre los cantantes argentinos una especial
atención hacia España?
--Es una coyuntura que se está dando en estos
dos últimos años, quizás haya sido el éxito de algunos intérpretes que llegaron
primero lo que nos ha descubierto el verdadero interés por la música
latinoamericana que hay aquí en España. Quizás sea también que anteriormente lo
que se conocía en España como música argentina era exclusivamente el tango, y
después de la visita de estos artistas se llegó a conocer un poco el folklore,
a informarse de los otros tipos de música que se hacían en nuestro país.
--En
los años cuarenta, concretamente en la década que va desde el 43 hasta el 55,
años de gobierno peronista, se da en la Argentina una lenta pero firme subida
de la canción folklórica del interior del país, sustituyendo al tango que era
la música argentina por antonomasia. Causa de ello pueden ser las medidas
descentralizadoras del gobierno, el creciente interés dado a la vida de las
provincias, así como el agotamiento y la muerte de los compositores e
intérpretes de tango más conocidos, coincidiendo con la aparición de grupos y
cantantes folklóricos que llegan desde el interior hasta Buenos Aires. ¿Es esto
cierto?
--Efectivamente, en los años cuarenta se da este
cambio, porque en Buenos Aires se conocía únicamente el tango y la música de
ultramar no más. El folklore era como extranjero, no se conocía la música del
interior del país. Buenos Aires siempre permaneció divorciada del interior
hasta que llegamos nosotros a ocuparla con nuestra música. Surgieron grupos
como La Tropilla de Huachi Pampa, Los Trovadores de Cuyo, Los Hermanos Abalos,
y personalidades como Atahualpa Yupanqui, Manuel Gómez Castillo, después
aparecieron ya los Chalchaleros y Los Fronterizos. El caso es que llegan a
Buenos Aires y devuelven al interior del país, como una caja de resonancias,
todas las expresiones musicales, todos los ritmos de sus provincias de origen.
En Buenos Aires fuimos estupendamente recibidos, primero entre las minorías, y
luego por todo el pueblo. Al principio parecíamos extraños a la capital, de
otro planeta, pero pronto la aceptación fue inmensa, porque era una imagen real
de lo que sucedía en el interior del país.
Quien
haya visto un recital o escuchado un LP de Eduardo Falú habrá podido comprobar
que se encontraba ante un auténtico artista, un músico de los que salen pocos
en una generación. Desde su versión de «El
cóndor pasa» (hecha mucho antes de que unos muchachitos yankees la pusieran
de moda en todo el mundo), hasta su «Canción
del Jangadero» o «Canción al sueño
americano», está encerrada la sabiduría de un pueblo y la habilidad de un
hombre, un artista que se ha puesto a su servicio. Eduardo Falú compone, canta
y es un gran guitarrista. ¿En cuál de estas tres facetas, compositor, cantante
o guitarrista, se encuentra más a gusto?
--Yo nunca tuve pretensiones de cantar, yo me
hice tocando la guitarra, y este fue siempre el elemento fuerte mío de
expresión. Luego añadí el canto como un elemento más, simplemente para expresar
algunas cosas en el verso, en la copia, que no podía decir con la guitarra, y
como la palabra es necesaria en el folklore lo hice, pero sin la pretensión de
ser cantante. Yo siempre hago en los discos seis temas cantados y seis
instrumentales. Respecto a qué es más importante pues no lo sé, tiene
importancia cada cosa. Hay temas que tocados tienen un mensaje y quién sabe si
lo perderían al ser cantados, pero hay otros que no, que necesitan del texto.
Pero quizás la voz humana sea lo más directo.
--¿Cómo
elige los poetas a los que pone música?
--Suelo trabajar con el mismo número de poetas,
siempre los mismos, León Benarós, Jaime Dávalos, etc. Lo más importante es
cuando hay una amistad por medio, un conocimiento de por medio, entonces se
hacen más fáciles las cosas, hay veces que compongo la música sobré un texto ya
escrito, otras que lo hacemos a un tiempo, y otras que hago la música y se la
doy al poeta para que le ponga la letra, ellos dicen que les gusta así, que la
música les inspira.
En
España se ha editado recientemente, hace aproximadamente un mes, el disco que
recoge la «Suite Americana» de
Eduardo Falú, ejecutada en colaboración con la Camerata Bariloche, una
agrupación musical especializada en la música del barroco. Esta experiencia es
insólita en el campo de la música popular donde, salvo excepciones
(Theodorakis, por ejemplo), estas cosas suelen salir y acabar de forma
catastrófica, sacrificando el interés folklórico y los intereses populares de
la composición en pro de una mayor difusión, ennoblecimiento, o
comercialización, sin embargo Eduardo Falú y la Camerata Bariloche han
conseguido una exquisita obra de arte al mismo tiempo que una clara muestra de
música folklórica. ¿Está contento de esta experiencia?
--Sí, estoy muy contento, porque creo que
hemos conseguido aumentar el alcance de la obra a un nivel popular sin
desvirtuar en absoluto el folklore.
Y
así seguimos hablando durante mucho tiempo, pero los papeles deben acabar
alguna vez, y entonces es cuando se debe dejar paso a la obra de los músicos.
Cuando el folklore es una música viva, cuando el pueblo está presente en la
canción creemos que se ha cumplido el más alto cometido que puede tener un
compositor, este es Eduardo Falú, sus veintisiete años como músico popular son
sólo una cifra, la verdad está en sus obras, en sus canciones, en sus discos,
en sus recitales. Ahora están al alcance de la mano, sólo hay que tenderla y
conocer y comprender.
EL PAÍS. 21 JULIO 1984
El
guitarrista y cantante argentino Eduardo Falú intervino ayer en el Festival
Internacional de Guitarra, que desde el pasado día 3 se celebra en Córdoba, con
la participación de guitarristas tan destacados como Paco Peña, Víctor Monge
Serranito o Paco de Lucía en la guitarra flamenca y John Williams y Benjamín
Verder y en la clásica. Falú, junto al conjunto chileno Inti-Illimani, han
representado a la guitarra latinoamericana.
Eduardo
Falú es un hombre de ademanes moderados, lentos, reposados, que habla
pausadamente y con convencimiento. Su aspecto de catedrático o funcionario
esconde, no obstante, a uno de los mejores guitarristas del mundo, que a través
de sus instrumentales y canciones ha llevado la música de Argentina por todo el
mundo desde hace casi 40 años, a pesar de no haber nacido especialmente
destinado a esa forma de creatividad artística.
"En mi familia no hay antecedentes",
confiesa, sentado en la terraza del piso en el que vive en Madrid, donde piensa
quedarse una larga temporada para actuar en España y Europa y conocerlas mejor.
"La afición nació a partir de un hermano
mío que se interesó por la guitarra y me interesó a mí. Aprendí de forma
intuitiva, sin pensar nunca en dedicarme a ello, pero luego me fui a Buenos
Aires, empecé a actuar en las radios, a cantar, y luego fui estudiando armonía,
composición, hasta ahora".
Este
ahora es el resultado de una larga carrera que se inició en 1945, tocando solo
y formando parte de un conjunto histórico, La Tropilla de Huachi Pampa, que
creó y dirigió un folklorista mítico en Argentina, Buenaventura Luna. Su primer
disco apareció en 1951, .y desde entonces ha editado más de 30 discos de larga
duración en todo el mundo, en los que mezcla los instrumentales con las
canciones, en las que suele colaborar con grandes poetas argentinos.
El
primer poema musicalizado por Falú fue Tabacalera, un texto del poeta salteño
César Perdiguero, y después siguió colaborando con otros muchos: Jaime Davales
--quizá el más asiduo--, Manuel J. Castilla, Buenaventura Luna, José Ríos,
Marta Mendicute, León Benarós, Ernesto Sábalo --con quien colaboró en el álbum Romance de la muerte de Juan Lavalle,
extraído de un fragmento de la novela Sobre
héroes y tumbas, que interpretaron juntos por toda Argentina-- y Jorge Luis
Borges, del que musicó hace años Al que
está solo, del libro La muerte y la
brújula, y del que ahora canta Milonga
del muerto, sobre la guerra de Las Malvinas.
"Al principio los poetas se mostraban
remisos, pero fueron ellos los que comenzaron a poner poesía, no sólo letras, a
las canciones, incluso con grandes licencias, que sorprendieron en aquellos
momentos primeros. La canción es el camino más importante para difundir la
poesía a grandes audiencias, porque los libros se venden poco; la canción, en
cambio, es muy directa, muy inmediata, y llega a mucha gente".
A
través de la poesía y la canción, Eduardo Falú se ha introducido también por
los caminos de la historia. "La
historia es muy importante para conocer lo que ha sido Argentina, y las
canciones la han tratado con respeto y originalidad, dando una visión de ella
muchas veces diferente. No sólo obras mías, como el Romance a la muerte de
Juan Lavalle o las canciones dedicadas al
Chacho. Ha habido otras, Los caciques
y Cantata sudamericana, de Félix Luna
y Ariel Ramírez, entre muchas".
Eduardo
Falú no es hombre de expresas declaraciones políticas ni de partidos e
ideologías definidas y militantes; pese a ello, su obra no está exenta de temas
sociales e incluso en ocasiones se acerca directamente a la política. Hace más
de 10 años compuso, con Jaime Dávalos, dos canciones que hoy siguen teniendo
una total vigencia, Canto al sueño
americano y Canto a Sudamérica.
En ellas planteaba --y plantea, porque
las sigue interpretando en sus actuaciones-- el tema de la unidad de los países
de América del Sur, a la manera en que lo tratan también cantantes de otros
países americanos, desde Chile a Puerto Rico, desde Cuba a Uruguay.
"Es lógico que eso suceda así; uno no se
puede escapar a lo que está pasando a su alrededor. Hay un despertar en América
que viene de la política que se está naciendo con nuestro continente. La
opresión política y económica hace estallar la expresión de la gente en contra
de esa política opresiva que están sufriendo nuestros pueblos, y hace resaltar
el nacionalismo y la unidad de los pueblos. Lo dijo Perón hace muchos años: Los
siglos venideros verán a América Latina o unida o dominada".
Falú,
que nació el 7 de julio de 1923, en El Galpón, en la provincia norteña de
Salta, interpreta a veces, como en ese delicioso villancico que titula Huachi torito, temas que mezclan la
influencia hispana con la aborigen, porque, como él dice, ambos folklores están
íntimamente ligados: "Las raíces son
las mismas, pero se diversifican las formas. La misma guitarra y el mismo
folklore español que llegaron a América toman distintas formas según el país de
que se trate, Argentina, Chile, Cuba, Venezuela o cualquier otro. Las raíces
son hispanas, pero allí se transforman, aunque luego vuelvan otra vez a España.
En el flamenco se encuentra la guajira, por ejemplo".
Y
sigue hablando de su amor a la guitarra flamenca, de la impresión que produce
actuar ante públicos japoneses, noruegos o alemanes y que entiendan el lenguaje
universal de la música, y sobre todo del folklore, su gran amor, su dedicación,
a cuyo mantenimiento y renovación ha dedicado la vida.
EL PAÍS. 13 JUN 1984
Abriendo
la Semana de la Argentina Democrática en Madrid, Eduardo Falú, probablemente el
más importante de los compositores y cantantes de raíz folklórica de aquel
país, ofreció en el teatro Lara un recital intimista, medido y de perfecta
ejecución. Treinta y nueve años de trabajo avalan la categoría artística de
este hombre, que podría parecer un notario o un catedrático sobre el escenario.
Treinta y nueve años en los que la vida argentina ha pasado por sucesivas
oleadas de peronismo, militares, neoperonismo, más militares y, al fin, la
democracia. "Los artistas son los
más sensibles a esta situación de falta de libertad", nos dice Falú,
después de su actuación. "Nosotros
hemos sufrido durante muchos años estas cosas, que nos han llevado a
convertirnos en seres escépticos. Ahora con la recuperación de la libertad de
expresión, con la democracia que preside Alfonsín, se terminó el escepticismo,
la angustia. Hay otros problemas que solucionar; pero la libertad del hombre,
que es lo principal, está solucionada. A pesar de quienes intentan una
involución".
En
el recital de Eduardo Falú quedó patente la doble corriente de sus intereses
musicales: la de un guitarrista y músico de formación clásica, que se
especifica tanto en su manera sobria, medida, de estar en escena, como en la
perfección técnica con que interpreta los temas instrumentales, el exquisito Preludio y Danza (sobre un ritmo de
vidala y carnavalito) o el entrañable Huachi
torito (una selección de villancicos que inicia con una melodía catalana).
Hace
años, con su Suite argentina para
guitarra y orquesta, acompañado por la Camerata Bariloche, el más
competente grupo de cámara de Argentina, Eduardo Falú hizo su mayor
aproximación a esa fusión de los elementos del folklore y la música clásica.
Una experiencia que se muestra dispuesto a repetir: "Estoy haciendo una obra de similares características, aunque aún no he
podido dar con un orquestador adecuado".
Solo
sobre el escenario, con su guitarra y su voz como único elemento de expresión,
sin micrófonos ni amplificación, Falú volvió a recordarnos con sus más
conocidas canciones (Canción del
jangadero, Resolana y La Caspi Corral, entre tantas otras), en
las que pone música a poetas argentinos, con Jaime Dávalos en primer lugar, o
con alguna composición nueva (como esa Milonga
del muerto, dedicada a los muertos de las Malvinas, con letra de Jorge Luis
Borges y música de Sebastián Piana), que "no se trata de lo cuantitativo, sino de lo cualitativo", y que
tan pocos elementos sirven para hacer arte de verdad a este cantor que, desde
una postura siempre ausente de demagogia, asume los versos con que, a petición
del público, terminó el recital: "El
día que los pueblos sean libres, la política será una canción".
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