lunes, 29 de abril de 2013


Eduardo Falú. Dos entrevistas (1973/1984)







Quizás sea Eduardo Falú el último representante vivo, cumplirá 90 años en julio, de los grandes renovadores del folklore del Cono Sur latinoamericano que iniciaron su carrera musical en los años 40 y 50. Tal vez sin la raigambre popular ni la creatividad literaria de Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui, el extraordinario rigor de su trabajo, su inspiración compositiva, su altísima clase como guitarrista y su sobriedad expresiva le convierten en una figura fundamental de la música popular de cualquier lugar del mundo.
Con Manolo Lombao en la rueda de presentación de Eduardo Falú
a su llegada a España en 1973

Tuve ocasión de frecuentarle en al menos dos de sus estancias de algunos meses en España, en 1973/74 y diez años después, fruto de lo cual fueron las dos entrevistas que hoy reproduzco, publicadas con ese tiempo de diferencia en DISCO EXPRES y EL PAÍS.
Nuevamente a la hora de buscar ilustraciones musicales es cuando me he llevado la sorpresa. Encontré un programa de casi una hora, sin cabecera, que después de escuchar un rato me he dado cuenta que es el trabajo que hicimos con Falú para LA BUENA MÚSICA, Antonio Resines y yo, que supongo se emitió en 1975, pues realmente no tenía recuerdo ni de haberlo hecho. Vuelto a ver ahora me parece lleno de defectos: la historia con que intentamos completarlo es forzada y está leída con una falta de naturalidad que tira de espaldas, el argumento que utilizamos para relacionarla con el artista es bastante gratuito, el recorrido por Sevilla tópico y la realización (de Eduardo Stern, amigo y pionero en apoyar desde la radio y la tele la música popular) se fija tanto en el monumental decorado (Los Reales Alcázares), que a veces no deja ver a Falú. Eso sí, su actuación es magistral. Al final podéis verla.





DISCO EXPRES 21 DICIEMBRE 1973

Por tercera vez ha llegado Eduardo Falú a España, las otras dos veces, en los años 69 y 70, fue para dos estancias mínimas y sendas actuaciones. Ahora, por fin, tenemos la oportunidad de verle en diferentes ocasiones y permanecerá en nuestro país un mes como mínimo. Ello es motivo de que nos congratulemos, y de que felicitemos a Xabier Ribalta, promotor de estos recitales y culpable asimismo de las mejores visitas de cantantes sudamericanos que hemos tenido este año Jaime Torres, Cuarteto Cedrón, Julia Elena Dávalos y Mercedes Sosa. Es probable que si no fuera por él estaríamos todavía metidos en esa baraúnda que forman los mediocres que en cantidades innumerables nos han venido visitando en los últimos tiempos.

Con la llegada de Eduardo Falú se cumple todo un ciclo de la canción argentina, que al fin creemos empieza a estar cercana a nuestras mentes. A este respecto no deja de ser desconsolador que hayamos tenido que esperar tanto tiempo para escuchar a este auténtico pionero de la canción popular de todo el mundo. O mejor dicho, no deja de ser descorazonador que hayamos tenido que hacer esperar tanto tiempo a Eduardo Falú para que pudiera actuar en nuestros escenarios, pues estamos convencidos que este retraso en su actuación es sólo debido a causas nuestras. Falú vino a Europa por primera vez en el año 58, y a Japón en el año 63, el por qué de que hayan sido países de lengua extraña v de culturas ajenas los que primero hayan descubierto su fuerza, su talento y su verdad, es algo que debemos preguntarnos nosotros mismos en voz muy baja y avergonzarnos con la cabeza gacha si no queremos ser el hazmerreir del mundo. En esta ocasión, como en tantas otras, hemos dado muestras de un retraso francamente lamentable. .



Falú llegó a Madrid, y días después actuaba en la Universidad, en el Colegio Mayor Pío XII, para un público de más de mil personas. Desde entonces Falú pertenece un poco a todos nosotros, esperamos que esto se continúe y que su experiencia nos sirva para profundizar en nuestras propias verdades como pueblo.

Hemos tenido ocasión de hablar largo y tendido con Eduardo Falú. Un poco de estas conversaciones salen las siguientes notas, y las contestaciones a nuestras preguntas, que han venido a satisfacer nuestra curiosidad despertada por ya muchos años de escuchar sus discos.

--¿Por qué cree que este año se está dando entre los cantantes argentinos una especial atención hacia España?

--Es una coyuntura que se está dando en estos dos últimos años, quizás haya sido el éxito de algunos intérpretes que llegaron primero lo que nos ha descubierto el verdadero interés por la música latinoamericana que hay aquí en España. Quizás sea también que anteriormente lo que se conocía en España como música argentina era exclusivamente el tango, y después de la visita de estos artistas se llegó a conocer un poco el folklore, a informarse de los otros tipos de música que se hacían en nuestro país.

--En los años cuarenta, concretamente en la década que va desde el 43 hasta el 55, años de gobierno peronista, se da en la Argentina una lenta pero firme subida de la canción folklórica del interior del país, sustituyendo al tango que era la música argentina por antonomasia. Causa de ello pueden ser las medidas descentralizadoras del gobierno, el creciente interés dado a la vida de las provincias, así como el agotamiento y la muerte de los compositores e intérpretes de tango más conocidos, coincidiendo con la aparición de grupos y cantantes folklóricos que llegan desde el interior hasta Buenos Aires. ¿Es esto cierto?

--Efectivamente, en los años cuarenta se da este cambio, porque en Buenos Aires se conocía únicamente el tango y la música de ultramar no más. El folklore era como extranjero, no se conocía la música del interior del país. Buenos Aires siempre permaneció divorciada del interior hasta que llegamos nosotros a ocuparla con nuestra música. Surgieron grupos como La Tropilla de Huachi Pampa, Los Trovadores de Cuyo, Los Hermanos Abalos, y personalidades como Atahualpa Yupanqui, Manuel Gómez Castillo, después aparecieron ya los Chalchaleros y Los Fronterizos. El caso es que llegan a Buenos Aires y devuelven al interior del país, como una caja de resonancias, todas las expresiones musicales, todos los ritmos de sus provincias de origen. En Buenos Aires fuimos estupendamente recibidos, primero entre las minorías, y luego por todo el pueblo. Al principio parecíamos extraños a la capital, de otro planeta, pero pronto la aceptación fue inmensa, porque era una imagen real de lo que sucedía en el interior del país.

Quien haya visto un recital o escuchado un LP de Eduardo Falú habrá podido comprobar que se encontraba ante un auténtico artista, un músico de los que salen pocos en una generación. Desde su versión de «El cóndor pasa» (hecha mucho antes de que unos muchachitos yankees la pusieran de moda en todo el mundo), hasta su «Canción del Jangadero» o «Canción al sueño americano», está encerrada la sabiduría de un pueblo y la habilidad de un hombre, un artista que se ha puesto a su servicio. Eduardo Falú compone, canta y es un gran guitarrista. ¿En cuál de estas tres facetas, compositor, cantante o guitarrista, se encuentra más a gusto?

--Yo nunca tuve pretensiones de cantar, yo me hice tocando la guitarra, y este fue siempre el elemento fuerte mío de expresión. Luego añadí el canto como un elemento más, simplemente para expresar algunas cosas en el verso, en la copia, que no podía decir con la guitarra, y como la palabra es necesaria en el folklore lo hice, pero sin la pretensión de ser cantante. Yo siempre hago en los discos seis temas cantados y seis instrumentales. Respecto a qué es más importante pues no lo sé, tiene importancia cada cosa. Hay temas que tocados tienen un mensaje y quién sabe si lo perderían al ser cantados, pero hay otros que no, que necesitan del texto. Pero quizás la voz humana sea lo más directo.

--¿Cómo elige los poetas a los que pone música?

--Suelo trabajar con el mismo número de poetas, siempre los mismos, León Benarós, Jaime Dávalos, etc. Lo más importante es cuando hay una amistad por medio, un conocimiento de por medio, entonces se hacen más fáciles las cosas, hay veces que compongo la música sobré un texto ya escrito, otras que lo hacemos a un tiempo, y otras que hago la música y se la doy al poeta para que le ponga la letra, ellos dicen que les gusta así, que la música les inspira.

En España se ha editado recientemente, hace aproximadamente un mes, el disco que recoge la «Suite Americana» de Eduardo Falú, ejecutada en colaboración con la Camerata Bariloche, una agrupación musical especializada en la música del barroco. Esta experiencia es insólita en el campo de la música popular donde, salvo excepciones (Theodorakis, por ejemplo), estas cosas suelen salir y acabar de forma catastrófica, sacrificando el interés folklórico y los intereses populares de la composición en pro de una mayor difusión, ennoblecimiento, o comercialización, sin embargo Eduardo Falú y la Camerata Bariloche han conseguido una exquisita obra de arte al mismo tiempo que una clara muestra de música folklórica. ¿Está contento de esta experiencia?

--Sí, estoy muy contento, porque creo que hemos conseguido aumentar el alcance de la obra a un nivel popular sin desvirtuar en absoluto el folklore.

Y así seguimos hablando durante mucho tiempo, pero los papeles deben acabar alguna vez, y entonces es cuando se debe dejar paso a la obra de los músicos. Cuando el folklore es una música viva, cuando el pueblo está presente en la canción creemos que se ha cumplido el más alto cometido que puede tener un compositor, este es Eduardo Falú, sus veintisiete años como músico popular son sólo una cifra, la verdad está en sus obras, en sus canciones, en sus discos, en sus recitales. Ahora están al alcance de la mano, sólo hay que tenderla y conocer y comprender.




EL PAÍS. 21 JULIO 1984


El guitarrista y cantante argentino Eduardo Falú intervino ayer en el Festival Internacional de Guitarra, que desde el pasado día 3 se celebra en Córdoba, con la participación de guitarristas tan destacados como Paco Peña, Víctor Monge Serranito o Paco de Lucía en la guitarra flamenca y John Williams y Benjamín Verder y en la clásica. Falú, junto al conjunto chileno Inti-Illimani, han representado a la guitarra latinoamericana.

Eduardo Falú es un hombre de ademanes moderados, lentos, reposados, que habla pausadamente y con convencimiento. Su aspecto de catedrático o funcionario esconde, no obstante, a uno de los mejores guitarristas del mundo, que a través de sus instrumentales y canciones ha llevado la música de Argentina por todo el mundo desde hace casi 40 años, a pesar de no haber nacido especialmente destinado a esa forma de creatividad artística.

"En mi familia no hay antecedentes", confiesa, sentado en la terraza del piso en el que vive en Madrid, donde piensa quedarse una larga temporada para actuar en España y Europa y conocerlas mejor. "La afición nació a partir de un hermano mío que se interesó por la guitarra y me interesó a mí. Aprendí de forma intuitiva, sin pensar nunca en dedicarme a ello, pero luego me fui a Buenos Aires, empecé a actuar en las radios, a cantar, y luego fui estudiando armonía, composición, hasta ahora".

Este ahora es el resultado de una larga carrera que se inició en 1945, tocando solo y formando parte de un conjunto histórico, La Tropilla de Huachi Pampa, que creó y dirigió un folklorista mítico en Argentina, Buenaventura Luna. Su primer disco apareció en 1951, .y desde entonces ha editado más de 30 discos de larga duración en todo el mundo, en los que mezcla los instrumentales con las canciones, en las que suele colaborar con grandes poetas argentinos.

El primer poema musicalizado por Falú fue Tabacalera, un texto del poeta salteño César Perdiguero, y después siguió colaborando con otros muchos: Jaime Davales --quizá el más asiduo--, Manuel J. Castilla, Buenaventura Luna, José Ríos, Marta Mendicute, León Benarós, Ernesto Sábalo --con quien colaboró en el álbum Romance de la muerte de Juan Lavalle, extraído de un fragmento de la novela Sobre héroes y tumbas, que interpretaron juntos por toda Argentina-- y Jorge Luis Borges, del que musicó hace años Al que está solo, del libro La muerte y la brújula, y del que ahora canta Milonga del muerto, sobre la guerra de Las Malvinas.

"Al principio los poetas se mostraban remisos, pero fueron ellos los que comenzaron a poner poesía, no sólo letras, a las canciones, incluso con grandes licencias, que sorprendieron en aquellos momentos primeros. La canción es el camino más importante para difundir la poesía a grandes audiencias, porque los libros se venden poco; la canción, en cambio, es muy directa, muy inmediata, y llega a mucha gente".

A través de la poesía y la canción, Eduardo Falú se ha introducido también por los caminos de la historia. "La historia es muy importante para conocer lo que ha sido Argentina, y las canciones la han tratado con respeto y originalidad, dando una visión de ella muchas veces diferente. No sólo obras mías, como el Romance a la muerte de Juan Lavalle o las canciones dedicadas al Chacho. Ha habido otras, Los caciques y Cantata sudamericana, de Félix Luna y Ariel Ramírez, entre muchas".

Eduardo Falú no es hombre de expresas declaraciones políticas ni de partidos e ideologías definidas y militantes; pese a ello, su obra no está exenta de temas sociales e incluso en ocasiones se acerca directamente a la política. Hace más de 10 años compuso, con Jaime Dávalos, dos canciones que hoy siguen teniendo una total vigencia, Canto al sueño americano y Canto a Sudamérica. En ellas planteaba  --y plantea, porque las sigue interpretando en sus actuaciones-- el tema de la unidad de los países de América del Sur, a la manera en que lo tratan también cantantes de otros países americanos, desde Chile a Puerto Rico, desde Cuba a Uruguay.

"Es lógico que eso suceda así; uno no se puede escapar a lo que está pasando a su alrededor. Hay un despertar en América que viene de la política que se está naciendo con nuestro continente. La opresión política y económica hace estallar la expresión de la gente en contra de esa política opresiva que están sufriendo nuestros pueblos, y hace resaltar el nacionalismo y la unidad de los pueblos. Lo dijo Perón hace muchos años: Los siglos venideros verán a América Latina o unida o dominada".

Falú, que nació el 7 de julio de 1923, en El Galpón, en la provincia norteña de Salta, interpreta a veces, como en ese delicioso villancico que titula Huachi torito, temas que mezclan la influencia hispana con la aborigen, porque, como él dice, ambos folklores están íntimamente ligados: "Las raíces son las mismas, pero se diversifican las formas. La misma guitarra y el mismo folklore español que llegaron a América toman distintas formas según el país de que se trate, Argentina, Chile, Cuba, Venezuela o cualquier otro. Las raíces son hispanas, pero allí se transforman, aunque luego vuelvan otra vez a España. En el flamenco se encuentra la guajira, por ejemplo".

Y sigue hablando de su amor a la guitarra flamenca, de la impresión que produce actuar ante públicos japoneses, noruegos o alemanes y que entiendan el lenguaje universal de la música, y sobre todo del folklore, su gran amor, su dedicación, a cuyo mantenimiento y renovación ha dedicado la vida.










EL PAÍS. 13 JUN 1984

Abriendo la Semana de la Argentina Democrática en Madrid, Eduardo Falú, probablemente el más importante de los compositores y cantantes de raíz folklórica de aquel país, ofreció en el teatro Lara un recital intimista, medido y de perfecta ejecución. Treinta y nueve años de trabajo avalan la categoría artística de este hombre, que podría parecer un notario o un catedrático sobre el escenario. Treinta y nueve años en los que la vida argentina ha pasado por sucesivas oleadas de peronismo, militares, neoperonismo, más militares y, al fin, la democracia. "Los artistas son los más sensibles a esta situación de falta de libertad", nos dice Falú, después de su actuación. "Nosotros hemos sufrido durante muchos años estas cosas, que nos han llevado a convertirnos en seres escépticos. Ahora con la recuperación de la libertad de expresión, con la democracia que preside Alfonsín, se terminó el escepticismo, la angustia. Hay otros problemas que solucionar; pero la libertad del hombre, que es lo principal, está solucionada. A pesar de quienes intentan una involución".

En el recital de Eduardo Falú quedó patente la doble corriente de sus intereses musicales: la de un guitarrista y músico de formación clásica, que se especifica tanto en su manera sobria, medida, de estar en escena, como en la perfección técnica con que interpreta los temas instrumentales, el exquisito Preludio y Danza (sobre un ritmo de vidala y carnavalito) o el entrañable Huachi torito (una selección de villancicos que inicia con una melodía catalana).

Hace años, con su Suite argentina para guitarra y orquesta, acompañado por la Camerata Bariloche, el más competente grupo de cámara de Argentina, Eduardo Falú hizo su mayor aproximación a esa fusión de los elementos del folklore y la música clásica. Una experiencia que se muestra dispuesto a repetir: "Estoy haciendo una obra de similares características, aunque aún no he podido dar con un orquestador adecuado".

Solo sobre el escenario, con su guitarra y su voz como único elemento de expresión, sin micrófonos ni amplificación, Falú volvió a recordarnos con sus más conocidas canciones (Canción del jangadero, Resolana y La Caspi Corral, entre tantas otras), en las que pone música a poetas argentinos, con Jaime Dávalos en primer lugar, o con alguna composición nueva (como esa Milonga del muerto, dedicada a los muertos de las Malvinas, con letra de Jorge Luis Borges y música de Sebastián Piana), que "no se trata de lo cuantitativo, sino de lo cualitativo", y que tan pocos elementos sirven para hacer arte de verdad a este cantor que, desde una postura siempre ausente de demagogia, asume los versos con que, a petición del público, terminó el recital: "El día que los pueblos sean libres, la política será una canción".



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