Lina
Morgan. Entrevista 1985.
La impresión que saqué tras
entrevistar a Lina Morgan queda reflejada en la frase que cierra el reportaje,
y hoy, al releerla, me doy cuenta de que esa imagen ha perdurado hasta ahora en
mi consideración de la actriz: “A veces, mientras hablábamos, daba la impresión de poseer
una fina sensibilidad que fuera a quebrarse en un escarceo de la vida”. Una característica que no sólo veía yo,
pero que pienso que nunca ha sido aprovechada en su trabajo, en el que ha
aflorado la gran cómica que es, siempre muy por encima de las obras mediocres
que ha interpretado, sobre todo en cine y televisión. Por eso me pregunto qué
hubiera sido de la actriz Lina Morgan si en lugar de caer en el “Hostal Royal
Manzanares” de Lazarov hubiera trabajado con Almodovar, como parece, según la
entrevista, que podría haber pasado.
En
1985 Lina Morgan estaba en lo más alto de su carrera. Había comprado junto a su
hermano el teatro de La Latina, gozaba del mayor éxito popular, contaba con el
reconocimiento crítico y, por su fuera poco, le habían concedido la medalla del
trabajo. Con motivo del estreno de la revista “Sí al amor” EL PAÍS le dedicó
una página con la entrevista que transcribo y con la corriente crítica de
Eduardo Haro Tecglen (que reproduzco al final). Un día antes se publicó el
texto que escribí para el estreno.
EL PAÍS. 26 MAYO 1985
En La Latina, el mismo
teatro en que comenzó su carrera como chica del coro, Lina Morgan presenta su
nueva obra, Si al amor, convertida en propietaria de esa sala histórica de la
revista. La obra, con el título de Hay que decir sí al amor, se estrenó en
Valencia en noviembre de 1983 y estuvo durante seis meses en cartel en el
teatro Apolo, de Barcelona. Una operación de desprendimiento de retina a la
actriz obligó a este largo paréntesis de más de un año. Para la actual versión
se han realizado numerosos cambios, tanto en decorados, escenografía y
vestuario como en varios cuadros y canciones de la obra que se han transformado
casi por completo.
El libreto es de Manuel Baz,
que también fue autor del anterior éxito de Lina, ¡Vaya par de gemelas! La
música es del maestro García Segura, y la dirección, de Víctor A. Catena. En el
cartel aparecen casi los mismos nombres que hicieron el estreno: Tito Medrano,
Ana María Rosier, Ricardo Valle, Berto Navarro y Paloma Rodríguez. Faltan Tomás
Zori y Fernando Santos, dos actores que también marcaron, primero con Manolo
Codeso y luego como pareja, toda una época de la revista española. La revista
es un género de honda raigambre ibérica. Más ligada a las variedades que al
musical americano, su lado más débil siguen siendo los libretos, acumulación de
situaciones repetidas que, no obstante, consiguen una y otra vez enganchar con
el público tradicional. Sin embargo, el relativo auge que está viviendo la
revista en los últimos años se debe, fundamentalmente, a sus actores. Artistas
que lo han aprendido todo en cada subida al escenario, hasta conseguir una
variedad de registros, una capacidad interpretativa y una naturalidad expresiva
sorprendentes. Herederos de la dura escuela de las dos representaciones diarias,
capaces de cantar, bailar y hacer reír, son actores como Lina Morgan
--primerísima de la serie--, Saza, Juanito Navarro, Quique Camoiras, Esperanza
Roy, Zori, Santos y tantos otros.
La labor de Lina Morgan ha
resultado doblemente interesante. Por su intrínseca calidad interpretativa
múltiples veces demostrada y por sus intentos de subvertir, desde su propia
presencia escénica, algunas de las constantes del género. Juntando en un mismo
papel la bifronte imagen de vedette y actriz cómica, de heroína erótica y de
antiheroína cotidiana, su arte marca un hito en los escenarios españoles.
'Sí al amor' se estrenó
ayer, viernes, en el teatro de La Latina. Madrid. Dos representaciones diarias
excepto los miércoles.
Ambos son propietarios del
teatro delante del que se hicieron aquella lejana foto, y se han metido en la
difícil aventura de devolver a la revista su esplendor y su gloria. Una batalla
contra el tiempo y las convenciones del género que tiene muchos obstáculos por
delante, pese a que de unos años a esta parte no sólo sean viejos verdes,
matrimonios de visita en la gran ciudad o parejas de recién casados quienes
únicamente acuden a verla."La verdad es que esto de tener un teatro no lo
he asumido todavía del todo, aunque es la ilusión de mi vida", explicaba
Lina Morgan con la inquietud del reciente estreno encima. "Mucha gente me
dice que estoy loca por haberme metido en la aventura de comprar un teatro.
Pero es que a mí me gusta esto. Si he ganado el dinero con el teatro, lo lógico
es que se lo devuelva al teatro".
La preocupación por el
teatro parece que la lleva dentro. Vuelve una y otra vez al tema, cuando habla
del pasado y cuando se refiere al futuro. "Además", insiste, "de
este local vivimos muchas familias. No sólo los que salimos al escenario, sino
también muchos otros. Por otro lado, hemos intentado renovar el local de manera
que quede digno; que se arregle no sólo la parte que ocupa el público, sino
también la que ocupan los actores que trabajan aquí. Que tengan un sitio cómodo
para estar, donde se puedan lavar las manos, ducharse o descansar un rato.
Porque hay que tener en cuenta que cuando estamos trabajando pasamos aquí más
tiempo que en casa".
Medalla del Trabajo
Mañana, lunes, el ministro
de Trabajo, Joaquín Almunia, va a entregarle a Lina Morgan la Medalla de Oro
del Trabajo. El acto lo ha organizado la Sociedad General de Autores de España,
como mínima recompensa a una vida de trabajo teatral que la actriz comenzó a
los 13 años de edad. Está contenta, y no puede evitar que una chispa de orgullo
brille en sus ojos, que conservan una viveza juvenil y entusiasta. "Me
satisface mucho que me hayan concedido esta medalla, porque si las horas sobre
el escenario se midieran como las de los pilotos en vuelo, yo ganaría por
muchísima diferencia. Son muchas horas y mucho trabajo. Pero también creo que
en España hay grandes artistas de revista que han trabajado mucho y se lo
merecen como lo pueda merecer yo. Por eso voy a recibir esa medalla como un
premio colectivo, como un homenaje a tantos excelentes actores que son mis
compañeros". El camino no ha debido de ser fácil. Pequeña y vivaracha, con
una belleza que no se desprende de la opulencia, sino de la vivacidad de una
cara que tiene un gesto pícaro cuando habla de las dificultades pasadas.
"Me costó muchísimo imponerme. Han sido años y años de lucha. Incluso
cuando ya llenaba los teatros, cuando hacía pareja con Juanito Navarro, siempre
había una vedette delante de mí. Eso me daba mucha rabia. Yo me preguntaba:
¿por qué?, si la gente viene a vernos a nosotros, a Juanito y a mí. Pero no
había nada que hacer. Ni el mismo empresario lo admitía. Siempre decían que no
se podían cambiar las normas del género, que las cosas eran así, con una
primera vedette escultural y una segunda graciosa, y no se podían ni tocar. Me
llevó muchos años, pero aquí estamos".
Miedo al éxito
El tiempo ha pasado y los
premios han tardado en llegar. Pero los viajes en desvencijados trenes, los
alojamientos en estrechas habitaciones de hotel, con una solitaria bombilla
iluminando las paredes desnudas, y los escenarios fríos e incómodos, sobre los
que podía pasar cualquier cosa, se han terminado definitivamente. Lina recibió
en 1982 el Premio Miguel Mihura de teatro. Dario Fo acudió a saludarla al
camerino después de una de sus representaciones para declarar que la
consideraba una actriz excepcional. Los críticos reconocen con unanimidad su
talla artística, aunque a veces no estén de acuerdo con la revista. Políticos e
intelectuales van a verla y a compartir su éxito con el público de siempre. A
ella la situación le resulta satisfactoria, pero también le asusta un poco:
"Todas estas cosas me hacen sentirme más responsable. Son ese tipo de
cosas que una está deseando oír siempre, y cuando llegan dan un poco de miedo.
El que haya gente importante que demuestre respeto por lo que una hace, por un
género que ha sido injustamente despreciado, es algo que no puede sino
satisfacerme. Pero siempre se tiene algo de miedo a defraudar, a hacerlo mal, a
no dar la talla. Prefiero no pensarlo y hacer lo que siempre he hecho de la
mejor manera que sé".
En una situación de este
tipo siempre se corre el peligro de volcarse en intentar satisfacer a los
nuevos conversos y olvidarse del público de siempre. "Nunca me lo he
planteado de esa manera", comenta Lina cuando se lo pregunto.
"Siempre he hecho lo que creía que debía hacer. El público de siempre
sigue viniendo igual que antes, pero hay también un público nuevo y distinto.
Eso es lo bonito, que vengan los dos públicos a verme, que pueda satisfacer
cualquier exigencia haciendo lo que me gusta y siempre me ha gustado".
La revista, como género
artístico, es algo netamente español, tan alejada del musical norteamericano
como del vodevil francés. La mezcla de situaciones apenas hilvanadas por un
leve hilo argumental y canciones conforma una manera especial de relacionarse
con el público, y ha generado una larga nómina de actores y actrices valiosos,
que en algunos casos, como los de Concha Velasco, José Sazatornil o Esperanza
Roy, han pasado a otros campos de la interpretación y visto revalorizarse sus
nombres, pero que en otros han permanecido fieles a esa luz de las candilejas
que les confiere un aura especial, tal vez borrosa, pero siempre personal. Son
los Tomás Zori o Fernando Santos, los Juanito Navarro o Quique Camoiras.
Actores capaces de meterse en la piel de sus personajes y romper la risa en un
quiebro del diálogo, de cantar un cuplé o saltarse las fronteras de la lógica
con una morcilla oportuna y desternillante. Actores y actrices para los que no
parecen encontrarse sustitutos fácilmente.
El cine por llegar
Lina Morgan también ha
actuado a menudo para el cine. Probablemente no el que ella querría volver a
hacer en estos momentos, pero un cine que tuvo gran resonancia pública.
"Yo creo que soy un animal de teatro, pero el cine me gusta mucho. No me
arrepiento de ninguna de las películas que he hecho, pero ahora me gustaría
hacer otro tipo de cine distinto, aunque la verdad es que nunca me han ofrecido
un proyecto interesante. Hace poco he hablado mucho con Pedro Almodóvar para
hacer alguna cosa. Es un hombre que me parece encantador e inteligente, y creo
que en su tipo de cine podría hacer un buen papel. De momento va a resultar
difícil, porque con esto del teatro no queda mucho tiempo libre para dedicarse
a otra cosa; pero en un plazo de tiempo un poco más largo sí que me
gustaría". Con esa aspiración aún no cumplida acabamos la entrevista. Un
olor de castañas asadas procedente de un pequeño puesto invernal invade la
puerta del teatro. Lina Morgan vuelve a subir al escenario y deja en el
despacho donde hemos hecho la entrevista ese aire frágil de niña precozmente
crecida que tiene. A veces, mientras hablábamos, daba la impresión de poseer
una fina sensibilidad que fuera a quebrarse en un escarceo de la vida.
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